5 jun 2010

Mi primera Comunión

 
 
Tenía yo ocho años cuando hice la primera comunión ( y última). Recuerdo retazos de clases de catequesis, sentados en corro escuchando sin comprender nada de la carne y la sangre y el espíritu santo, verme con un traje azul con chaqueta cruzada, repeinado y con corbata.
Llegó el domingo para el que nos habían preparado con ilusión y por el cual yo tenía tanta ilusión básicamente en los regalos que estaba a punto de recibir, hostia consagrada incluida.
Recuerdo que una de las cosas que más esperaba era el regalo de mi tío Amancio, gente pudiente que en aquellos tiempos ya se desplazaba con un Mercedes tan azul como mi traje de comunión.
Todo se desenvolvió en una nebulosa de ritos y fórmulas sagradas, misteriosas a mis infantiles ojos. A la salida de la iglesia besos, achuchones, tirones de moflete, y el orgullo del protagonista por un día.
La comida familiar la prepararon mis padres en el terrado de mi casa, una especie de bufete libre con tortillas de patata, queso, tacos e jamón, patatas fritas, olivas,… y por fin los regalos.
Una pelota de baloncesto, un plumier, una medalla de oro con la virgen maría (que años después empeñé para comprarme un disco pirata de POLICE en París) y por fin el regalo de mi tío Amancio; el reloj.
Un reloj Duward Aquastar que para la época era la leche, la pera, la hostia. Cuando lo saqué de su caja me lo miré con la cara iluminada o idiotizada o las dos cosas a la vez dándole la vuelta por delante y por detrás.
-    Que te parece Ricardito
-    Tío, es muy bonito
-    Fíjate que es antichoc
-    ¿y que es eso de antichoc?
-    Quiere decir que es irrompible.
-    Haaaala ¿es irrompible?
Y sin que nadie pudiera evitarlo ni imaginarlo siquiera lo estampé contra el suelo esperando que rebotara hasta mi mano o alguna cosa parecida.
El reloj evidentemente se paró en seco, le saltó la esfera y el mundo enmudeció. Mi tío se quedó blanco, con la mandíbula colgando y sin que una palabra le saliera del alma.
El resto de la escena es consecuencia lógica de suceso pero seguro que es de imaginar.
El caso es que me quedé sin reloj y sin la simpatía de mi tío Amancio.

1 comentario:

✙Eurice✙ dijo...

Tenia 7 años y también fue la última, eso que estaba interna en un colegio de monjas, la de broncas que me llevé en su día por negarme al suplicio de ir a misa todos los días y las fiestas de guardar, al final le dijerón a mi madre:
Llevesela que no podemos sacar partido de ella,ja,ja,ja. Se equivocarón, ellas no tenian que sacra partido de mi, sino que tenia que hacerlo yo misma.
Gracias por recordarme aquellos tiempos.
Buen fin de semana y un saludo

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