16 mar 2008

El recuerdo de mi padre

El domingo pasado comimos todos los hermanos, toda la familia en casa. Lo típico, gritos , risas, descontrol, cuando vives todo aquello por primera vez, la impresión es contundente, Una familia unida. Por la tarde llevé a mi madre a casa de la tía Anita;. Vamos en el coche mi madre y yo. El día va anocheciendo de camino a Barcelona.

-Ricardo – me dice mi madre- , hay una cosa que me tiene inquieta. Cuando incineramos a papa, tu cogiste una cenizas de su urna porque las querías llevar allí, a Ordesa.

-Si ¿y?

-Bueno, es que las otras cenizas las llevamos al cementerio y no se, yo allí no lo veo, no gusta, todo allí tan frío.

-Ya.

-Y además hay una cosa que no entiendo, si tu llevaste sus cenizas a Ordesa y las dejaste donde querías y hay otras cenizas en el cementerio, ¿donde está papa?

Me di cuenta de que mi madre estaba realmente confundida y preocupada, o angustiada por no saber. Lo que dijera en ese momento sería la idea que yo tengo del fin, palabras que calmaran su conflicto. Supongo que en su tradición en su cultura básica se presentaba sin explicación para ella la incineración y el entierro. ¿por que una persona que no ha sido católica practicante, que en vida no ha profesado simpatía por la iglesia, en su última voluntad incinerada podía ser finalmente enterrada en un cementerio? Yo tampoco lo entiendo. Me confesó que no le gustaba pensar que papa estuviera en un sitio tan frío y tan solo y triste.

Pobre mama. La consolé como pude y supe hablando de mis creencias en este sentido simplificando la idea de que es el recuerdo de papa el que le mantiene entre nosotros independientemente del lugar en que se dejaran sus cenizas. Que mientras haya alguien que se acuerde de él, no desaparecerá del todo. Creo que eso la alegró, y consoló al poder pensar que no desaparecemos del todo o que nada termina del todo, ni él está tan solo.

Se preguntaba uno porque vivir si vivir es morir. Por vivir y hasta la muerte dándonos cuenta que vivimos.

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