
En el pasillo soplo el chiflo, mi flauta de afilador sorbiendo las notas hacia adentro para que solo yo las oiga.
No llevo una piedra fijada a un eje para rodar, ni calada una boina sobre las cejas, llevo por una cartera llena de catálogos y una bolsa de caramelos.
He cambiado el delantal y la piedra de pulir por un traje azul oscuro y una sonrisa que va directa a los ojos.
He cambiado una hoja que afilar por lo último en tecnología. Pero sigo con el chiflo, con la flauta del afilador ofreciendo mi saber por pasillos de hospitales, clínicas y centros para discapacitados mentales
Toc, toc, toc … Abro la puerta con precaución y mientras asomo la cabeza vuelvo a soplar mi flauta de afilador
- -¿le espera?
- No precisamente hoy. Soy comercial de
- ¿Tiene una tarjeta?
- Por supuesto y un caramelo si quiere.
Desconcertada, sorprendida la asistente, secretaria, sufridora, amante en ese instante, le rompo los esquemas, ya no soy uno mas entre cien mil, y a ella de lo que sea, le venderé un millón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario