Acababa de caer una de esas tormentas de verano y el ambiente se había vuelto denso y húmedo, el típico bochorno de Barcelona. Salí de una visita médica con resultado positivo para mis intereses, subí al coche satisfecho y conduje tranquilo hasta la esquina de Martí i Julia con el lateral de la Diagonal. Me asomé y a medida que me incorporaba al carril vi incrédulo como un Citroën Picasso gris que hacia segundos estaba a dos cientos metros había acelerado y desde dentro el conductor me increpaba con el claxon mientras su silueta hacia gestos desaforados con los brazos.
Me situé en el carril de la izquierda y circulando a poca velocidad el Picasso se puso a mi altura. El tipo con la cara encendida como un tomate a la brasa hacia muecas con la boca al tiempo que arrugaba la nariz. La cosa se ponía fea y el tipo mas feo todavía.
Le hice un gesto con brazos y hombros al conductor preguntado que pasaba y en esto que el tipo gordo, sudoroso y con un semblante colérico comienzo a bajar la ventanilla de su lado mientras yo con mi ventanilla bajada y el aire acondicionado en su punto justo me preguntaba que se proponía.
Antes de que la ventanilla llegase a bajar va el loco y me escupe con tan mala fortuna que el gargajo se le quede pegado a su ventanilla por la parte de dentro. Yo no daba crédito a lo visto. Todo esto sucedió en un segundo y en el siguiente mirando por el retrovisor lo que vi casi me hace frenar en seco. Fue una de esas situaciones en que el tiempo se detiene y ves pasar las imágenes a cámara lenta. Creo que Einstein sabe de lo que hablo.
El tipo en su furia y frustración se había empotrado contra el maletero de un taxi parado en su carril frente al Hospital SCIAS de Barcelona.
Después me enteré en las noticias locales (lo que son las cosas) que el tipo en cuestión se dirigía al aeropuerto con dos maletas con doble fondo repletas de billetes de 100€ y 500€ con destino a Venezuela. Estaba en busqueda por una estafa inmobiliaria que afectaba a un colectivo de 200 familias.
Y es que ya lo digo yo, conducir nervioso mientras te estás fugando, no es bueno y escupir sin bajar la ventanilla es peor.
Me situé en el carril de la izquierda y circulando a poca velocidad el Picasso se puso a mi altura. El tipo con la cara encendida como un tomate a la brasa hacia muecas con la boca al tiempo que arrugaba la nariz. La cosa se ponía fea y el tipo mas feo todavía.
Le hice un gesto con brazos y hombros al conductor preguntado que pasaba y en esto que el tipo gordo, sudoroso y con un semblante colérico comienzo a bajar la ventanilla de su lado mientras yo con mi ventanilla bajada y el aire acondicionado en su punto justo me preguntaba que se proponía.
Antes de que la ventanilla llegase a bajar va el loco y me escupe con tan mala fortuna que el gargajo se le quede pegado a su ventanilla por la parte de dentro. Yo no daba crédito a lo visto. Todo esto sucedió en un segundo y en el siguiente mirando por el retrovisor lo que vi casi me hace frenar en seco. Fue una de esas situaciones en que el tiempo se detiene y ves pasar las imágenes a cámara lenta. Creo que Einstein sabe de lo que hablo.
El tipo en su furia y frustración se había empotrado contra el maletero de un taxi parado en su carril frente al Hospital SCIAS de Barcelona.
Después me enteré en las noticias locales (lo que son las cosas) que el tipo en cuestión se dirigía al aeropuerto con dos maletas con doble fondo repletas de billetes de 100€ y 500€ con destino a Venezuela. Estaba en busqueda por una estafa inmobiliaria que afectaba a un colectivo de 200 familias.
Y es que ya lo digo yo, conducir nervioso mientras te estás fugando, no es bueno y escupir sin bajar la ventanilla es peor.
2 comentarios:
No he podido menos que desternillarme.
Dime que después del susto no has rememorado ese momento glorioso del escupitajo sin vocación.... jeje.
Un saludo
Lo que te digo es que conforme escribía la historia me partía el pecho y perdía el hilo.
Un momento épico. Jaaaaa....
Publicar un comentario