Llevo horas en silencio sin ver a nadie y me pregunto si eso será lo normal. La ciudad a estas horas debería ser una olla en ebullición y la única vida visible son las luces cambiantes de los semáforos y sus hombre rojos y verdes parpadeando, claro que eso no es vida pero es lo único que se mueve, tampoco se mueve pero como todo esto es tan raro lo mismo da.
Todo tipo de transporte, todo tipo de objeto con ruedas está parado en el más absoluto silencio sin que un cuerpo los maneje. En los bares vasos, tazas y cubiertos se han quedado sobe las mesas y en la barra perfectamente situados y por doquier montoncitos de ropa de los que sobresale la punta de zapatos, botas, zapatillas, calzado en general y sobre bancos o asientos ropa que se ha quedado con las faldas y perneras colgando en el vacio como si su poseedor se hubiera volatilizado y la ropa caído allí donde se encontraba.
Hay coches parados en los semáforos, otros quietos sobre la calzada o a medio salir de un parquing. Todos tienen sus montoncitos de ropa sobre el asiento.
Grito al cielo y no se oye nada, no se detiene el tiempo ni se produce ningún movimiento y solo me llega la ausencia de sonido que es como un lejano zumbido. El sonido de la energía que anima mi cuerpo. Yo también estoy parado, no sorprendido no me muevo.
Miro hacia abajo y veo mi ropa hecha un montoncito del que sobresale la punta de mis zapatos. Levanto la vista y ahí están todos, mirándose unos a otros desnudos integrales tapando sus partes e intentando recoger sus ropas sin cuerpo. La ciudad no existe para nosotros, y me doy cuenta de que efectivamente la bomba ha funcionado, la amenaza se ha cumplido y todo rastro de vida humana ha perdido su consistencia. Me pregunto cómo habrá sido en el resto del mundo, si llegaré a tener hambre y sed y cuánto durará esto. Qué pena no poder hacer una foto para enseñárosla.
Todo tipo de transporte, todo tipo de objeto con ruedas está parado en el más absoluto silencio sin que un cuerpo los maneje. En los bares vasos, tazas y cubiertos se han quedado sobe las mesas y en la barra perfectamente situados y por doquier montoncitos de ropa de los que sobresale la punta de zapatos, botas, zapatillas, calzado en general y sobre bancos o asientos ropa que se ha quedado con las faldas y perneras colgando en el vacio como si su poseedor se hubiera volatilizado y la ropa caído allí donde se encontraba.
Hay coches parados en los semáforos, otros quietos sobre la calzada o a medio salir de un parquing. Todos tienen sus montoncitos de ropa sobre el asiento.
Grito al cielo y no se oye nada, no se detiene el tiempo ni se produce ningún movimiento y solo me llega la ausencia de sonido que es como un lejano zumbido. El sonido de la energía que anima mi cuerpo. Yo también estoy parado, no sorprendido no me muevo.
Miro hacia abajo y veo mi ropa hecha un montoncito del que sobresale la punta de mis zapatos. Levanto la vista y ahí están todos, mirándose unos a otros desnudos integrales tapando sus partes e intentando recoger sus ropas sin cuerpo. La ciudad no existe para nosotros, y me doy cuenta de que efectivamente la bomba ha funcionado, la amenaza se ha cumplido y todo rastro de vida humana ha perdido su consistencia. Me pregunto cómo habrá sido en el resto del mundo, si llegaré a tener hambre y sed y cuánto durará esto. Qué pena no poder hacer una foto para enseñárosla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario