Desde el interior de mi habitación a pie del jardín, el paisaje se ondulaba flotando sobre el calor que subía de las piedras alrededor de la piscina.
La brisa pasaba sigilosa entre las puntadas de la cortina de hilo sin siquiera moverla y yo miraba hacia fuera tras las gafas tintadas como el sol se derretía al contacto de su piel.
Su piel perlada de sudor transpiraba pasión por cada poro y en cada gota su figura llamaba a calmar mi sed.
Me levante sintiendo como mi espalda de despegaba de la sábana como una segunda piel.
Salí el exterior vestido tan solo con una gafas y un vaso de gintonic. Cuando llegué hasta ella, el contenido se había evaporado, las chancletas se me habían derretido y pegado a las plantas de los pies como goma ardiente y sobre los hombros la piel formaba ampollas. Yo mantuve la sonrisa mientras las gotas de mi llanto de dolor se evaporaban al traspasar la montura de las gafas sin llegar siquiera a calmar mis labios agrietados.
Le aguante la mirada mientras se incorporaba y al punto de poner su mano sobre mi sexo, una oleada de frío glaciar inundó mi cuerpo y redujo mi turgencia al tamaño de un cacahuete entre dos garbanzos.
Cuando recuperé el conocimiento me estaba cabalgando en un colchón de agua de manantial. Dentro de ella frío glacial, fuera ardiente convulsión y así una y otra vez, rítmicamente hasta que una ola de lava surgió de mi interior mojando su sexo de granizado de leche merengada; entonces me dijo, ven y refréscate.
La brisa pasaba sigilosa entre las puntadas de la cortina de hilo sin siquiera moverla y yo miraba hacia fuera tras las gafas tintadas como el sol se derretía al contacto de su piel.
Su piel perlada de sudor transpiraba pasión por cada poro y en cada gota su figura llamaba a calmar mi sed.
Me levante sintiendo como mi espalda de despegaba de la sábana como una segunda piel.
Salí el exterior vestido tan solo con una gafas y un vaso de gintonic. Cuando llegué hasta ella, el contenido se había evaporado, las chancletas se me habían derretido y pegado a las plantas de los pies como goma ardiente y sobre los hombros la piel formaba ampollas. Yo mantuve la sonrisa mientras las gotas de mi llanto de dolor se evaporaban al traspasar la montura de las gafas sin llegar siquiera a calmar mis labios agrietados.
Le aguante la mirada mientras se incorporaba y al punto de poner su mano sobre mi sexo, una oleada de frío glaciar inundó mi cuerpo y redujo mi turgencia al tamaño de un cacahuete entre dos garbanzos.
Cuando recuperé el conocimiento me estaba cabalgando en un colchón de agua de manantial. Dentro de ella frío glacial, fuera ardiente convulsión y así una y otra vez, rítmicamente hasta que una ola de lava surgió de mi interior mojando su sexo de granizado de leche merengada; entonces me dijo, ven y refréscate.
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