Mi padre era el enterrador municipal, ganó la plaza antes de que yo naciera y desde que recuerdo vivíamos en una casita en el linde del bosque de cipreses que rodeaba el cementerio
Cuando llegué hasta donde mi padre trabajaba, vi que estaba acabando de bajar una caja al foso excavado en el sueño entre dos montañitas de tierra , una a cada lado.
No sentamos sobre una tumbas y comimos pan con algo de chacinas que madre me dio para matar el hambre hasta la cena.
Al poco de estar sentado escuché unos gemidos y golpes salir del ataúd recién descendido al foso.
-Padre, ¿no oye unos gritos y golpes como saliendo del ataúd?
-Puede ser hijo, al principio casi todos se ponen nerviosos y protestan, pero no tardan en dejar de quejarse.
Me guiño un ojo terminamos el tentempié y a la que llenó de tierra el agujero, volvimos a casa silbando por lo bajo.
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