27 nov 2009

Una pregunta estúpida


Le vi venir con sus gafas oscuras, los brazos en jarras y la gabardina abierta ondeando al viento. Al llegar a la calzada a mitad de calle hizo una breve mirada a su izquierda y cruzó sin complejos. Un coche frenó bruscamente para no llevárselo por delante. Una vez mas tuvo suerte pero no así la moto que venía detrás del coche. No se lo esperaba, no tuvo tiempo ni reflejos y se empotró en el maletero del coche.
El sujeto ni se inmutó, continuo con paso vivo cruzando la avenida, fumando los escasos tres centímetros de un grueso puro que asomaban entre sus carnosos labios mientras un hombre se quejaba en el suelo y una mujer se movía nerviosa a su alrededor sin reaccionar, sin comprender porqué un hombre la asaltó por delante y un motorista por detrás. Miraba absorta su coche atropellado con el interior del parabrisas estucado con la docena de huevos que salieron disparados de la bolsa de la compra con la inercia del frenazo.

El sujeto pisó el parterre que limitaba la vía peatonal y una cagada de perro se aplastó bajo uno de sus zapatos. Cogió el resto del puro con dos dedos, le dio una profunda calada y lo tiro directamente a una papelera que en un instante comenzó a humear y dos instantes después a arder sin pasión.
Igual que la huella de un saltador a la pata coja, pisadas de mierda tachonaban la calzada, la acera, y el recibidor del edificio en donde se introdujo.
Por mera curiosidad aparqué la moto unos metros más alla y me acerqué andando al portal. Solo había un piso; siguiendo la huella de color y olor a excremento escaleras arriba llegué a un rellano con una puerta en cada extremo y otra de ascensor en medio.
A mi izquierda, en el primero primera una placa de metacrilato rezaba Ayuda en acción -ONG- Delegación africana. Las huellas se paraban allí y sobre la alfombrilla bajo la puerta las marcas de un pie frotado habían dejado un borrón sucio y maloliente y en un último roce en el borde de la alfombrilla unas tenues huellas que se dirigían hacia la puerta del frente, la de mi derecha.
Me acerqué y pude ver a la altura de los ojos una placa de metal lacado en blanco que lucía una gaviota azul en pleno vuelo y debajo las siglas PP –Delegación Provincial-.
Un minuto después, sentado sobre mi moto con el casco entre las manos me preguntaba, ¿dónde habrá entrado semejante individuo? ¿a Ayuda en Acción o en la del PP?. Esa misma tarde por internet me hice socio de la ONG abonando una cantidad mensual para su causa y otra para mi conciencia. Así nos vá.

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