El día amanece como cualquier otro, de esa forma en que son los días, unos nublados, otros ventosos, quizas calmos,... un día como qualquier otro. Él es quien se despierta cambiado, no sabe cómo explicarlo, tampoco es que se lo pudiera explicar a nadie, ahora está solo; pero eso es otra historia.
Abre los ojos de madrugada, escucha los sonidos nítidos que se filtraban a través de la tele una forma de la tienda de campaña. Casi un silencio, solo un murmullo, una grave frecuencia que llena el espacio, el frotar del movimiento de su saco contra el suelo, el paso del agua por el pequeño riachuelo a pocos metros.
Se despereza, echa mano a la ropa de abrigo ordenada a su lado y sale al exterior frente a aquella mole de piedra.
El sol intuido baña la montaña de costado, casi a contraluz, dejando franjas iluminadas sobre sus paredes difusas por la sutil neblina que la rodea.
El hornillo zumba calentando un te; galletas, chocolate, frutos secos, una naranja, un buen desayuno. El pan, queso y nueces lo guarda para un bocado más tarde, en algún momento.
Siente que todo está bien, todo es fácil, sencillo, simple, es consciente de que estaba vivo, siete una felicidad que emana de su ser, poco mas necesitaba, eso piensa.
En su cuaderno de viajero, poco antes de dormir había escrito cosas de esas que de tanto en tanto le pasan por la cabeza. Abrió el cuaderno tirando de la cinta roja que marcaba la última hoja y lee "Las cosas son como son, y eso es así"
En aquel momento, antes de escribirlo había pensado que lo que sucedía a su alrededor eran simples hechos, oportunidades, puertas que uno podía abrir si es que las veía y que podían cambiar el funcionamiento del universo, alteraciones espacio tiempo y cosas por el estilo, crear o resolver hilos de causalidades ocultas hasta entonces. Comenzaba a utilizar su consciencia, observando la vida de una forma diferente.
Volvió a cerrar la libreta, recoge la mini tienda, básica y ligera, el saco, comida, ordena la mochila y se pone en marcha.
Nadie a la vista hacia el valle o a la cima, cielo limpio y despejado. Con aquella sensación de serena paz, comienza a tomar altura siguiendo los hitos que indicaban el camino, pequeñas pirámides de piedra que otra gente alimenta con mas piedras para marcar el camino. Horas después llega a la cima. A la sombra de una nube solo escucha su respiración profunda.
Bebe agua, come unas nueces y se queda mirando el horizonte, lejano, todo tan diminuto delicado, relativo.
Sentado con la espalda apoyada en un roca, cierra los ojos, siente el aire en su cara, en su piel, lo escucha con los oídos, con su ser. Poco a poco va sintiendo la roca, el aire, el bosque allá al fondo. Percibe la vibración de todas estas fuerzas y acompasa su respiración a esta sensación
Ahora se abre a las sensaciones y siente que es aire, y roca, ahora es la montaña, el liquen de las piedras, el cuervo que la sobrevuela, es la luz... ; abraza todo, ilumina todo, es el todo.
A la cima de la llegan otros montañeros y sorprendidos no comprenden que hace aquella mochila abandonada junto a unas prendas de ropa que parece hubieran contenido un cuerpo sentado, y este hubiera desaparecido como por arte de magia.
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